sábado, 15 de noviembre de 2008

El Yugo Desigual

Por Jaime Mirón

1era. Parte

¿Por qué no puedo casarme con mi novio? Admito que es agnóstico (De agnosticismo, que es una actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia.) pero es de una buena familia, tiene muy buenos principios morales, es muy respetuoso y tiene una excelente trayectoria.» Me preguntó una muchacha cristiana. Uno de los problemas más agobiantes en la Iglesia en todo el mundo es el yugo desigual, es decir cuando un cristiano forma un matrimonio o aun un noviazgo con una persona que no es de Cristo. La elección de su pareja es de vital importancia porque la decisión marcará el resto de su vida.


Recientemente un joven sudamericano nos escribió esta contestación a una carta de consejo: «Sus consejos me son muy útiles y me dan paz respecto a si voy a seguir o no con mi novia. Lo único que no estoy de acuerdo es que no le parezca que una persona creyente se case con una no creyente, pues en uno de los libros del Nuevo Testamento dice que si su pareja es incrédula no la abandone pues puede que salve un alma».


¿Cómo podemos contestar a estas personas y a los miles de jóvenes con las mismas inquietudes, mostrando misericordia y al mismo tiempo siendo leal a las Escrituras? Dios nos dio la Biblia como nuestra autoridad para contestar cuestiones difíciles y no tenemos que depender de nuestras propias ideas, sentimientos o emociones.


En 2 Corintios Pablo nos da una orden (no una sugerencia) y luego hace una seria de preguntas: «No os unáis en lazo con los infieles, pues ¿qué asociación tiene la justicia y la iniquidad o qué comunión tiene la luz con las tinieblas? o, ¿qué armonía tiene Cristo con Belial, o qué tiene en común un creyente con un incrédulo?» (2 Co. 6:14-15). La mayoría estamos de acuerdo en que el matrimonio entre un cristiano y un inconverso está terminante¬mente prohibido por Dios. Todo creyente que contrae nupcias con una persona fuera de la familia de Dios, puede estar seguro de que está actuando contra la voluntad del Señor, cualesquiera que sean las circunstancias. Sin embargo, no estamos tan seguros del por qué.

Un día, me encontré con una joven que años atrás había sido parte del grupo juvenil que mi esposa y yo habíamos dirigido en Guadalajara, México. Me explicó que cuando era miembro del grupo de jóvenes pensaba que Dios no tenía otra cosa que hacer entonces decidió prohibir el casamiento entre un hijo de Dios y un inconverso. Con lágrimas en los ojos me confesó que ahora sí entendía por qué Dios prohibe el matrimonio desigual. Sobretodo es para la felicidad de sus hijos.



Al contraer matrimonio las dos partes llegan a ser «una sola carne» (Ef. 5:31; Gn. 2:24). La frase «una sola carne» expresa antes que nada la relación sexual dentro del matrimonio. Pero el sentido comple¬to se desarrolla más ampliamente con el correr de los años. El matrimonio es un enlace que involucra no solamente el cuerpo, sino también el alma y el espíritu.

La Biblia prohíbe el matrimonio mixto entre creyentes e inconver¬sos porque no es posible desarrollar en forma plena la verdad de «una sola carne». No se puede unir el espíritu viviente del creyente y el espíritu muerto (sin Cristo) del inconverso. No hay ni habrá comunión espiritual (2 Co. 6:14,15). Por lo tanto, la comunicación se realiza solamente a nivel del «alma», la sala de controles de quien no conoce a Cristo.


Sin embargo cualquier padre, pastor o consejero que ha tenido que lidiar con una persona locamente enamorada de una persona inconversa sabe que existe un «amor» tan fuerte que está seguro de que su situación particular no está contemplada en la Biblia y abundan las razones y excusas. Vamos a suponer que la mujer es la creyente.


«No hay jóvenes cristianos de mi edad en la iglesia».

«El es mucho mejor que la mayoría de los creyentes que conozco».

«Mi novio está de acuerdo en que nos casemos en la iglesia evangélica».

«He visto otros matrimonios que empezaron así y dio muy buen resultado».

«El no será estorbo para mi vida espiritual».

«Me dice que se va a convertir después de la boda».

«Me permitirá llevar a nuestros hijos a la Escuela Dominical».

«Tengo que casarme con él porque hemos tenido relaciones sexuales».


Fuente:
http://www.devocionalescristianos.org



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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un cristiano y un inconverso tienen diferentes interpretaciones para lo que es divertirse o pasar un buen rato.

No creo que este bien que mientras yo estoy en la iglesia, mi novio/a este en la disco o bebiendo y cosas por el estilo.

Un(a) inconverso/a no compartirá mis puntos de vista, no es una persona de confianza puesto que la razon que no se ha convertido a Cristo es para seguir en el pecado y como consecuencia podria llegar al adulterio.

Ahora bien, en el momento que se aplica lo de si mi pareja es inconversa y no apartarme de ella para salvarle es si yo conozco del Señor por primera vez ya estando casado/a con esa persona, puesto que ya no hay vuelta atras. Durante un noviazgo si podriamos durar un tiempo tratando de ganarlo/a para Cristo pero no llegar al punto de casarme con el/ella aun sin convertirse, si dentro de unos meses no reacciona lo mejor es dejar eso, puesto que Dios quiere nuestra felicidad y para ello debemos de llevarnos de sus palabras.

Anónimo dijo...

esto esta muy bien para nosotras las jovenes hembra de esperar nuestro tiempo.


daniela rivera soltera y buscando futuro esposo.

Anónimo dijo...

esta muy bien.

daniela rivera soltera.