lunes, 25 de agosto de 2008

El amor: El mejor mensaje evangelístico

¿Qué importancia puede tener el amor? Para Sergio y Luisa, el amor de extraños significó la diferencia entre la vida y la muerte. Su “historia de amor” es real.

Por Josh McDowell


Un viernes en la mañana en la primavera de 1970, una joven pareja de “hippies” de la gran ciudad apareció en la entrada del pequeño templo rural. Hacía dos años que Sergio y Luisa vivían juntos, y Luisa estaba embarazada de seis meses. “Nos queremos casar lo más pronto posible”, le dijeron al pastor en su oficina. El pastor se sintió bastante enojado por esta interrupción causada por los harapientos “niños de las flores” que parecían considerar a su lindo templo nada más que como una capilla para casarse “al paso”. Con la esperanza de que una demora los desanimaría, les dijo: “Si vienen ustedes al culto el domingo, los caso después del culto de la mañana.” El pastor estaba muy seguro de que no volvería a verlos.

Sin embargo, el domingo en la mañana, al pasear su mirada por la congregación, vio a la parejita, todo un espectáculo con su cabello largo y sus pantalones “hippies”. Al terminar el servicio y cuando la mayoría se había retirado, Sergio y Luisa se encontraron frente al púlpito con el pastor para tener su sencilla ceremonia. Cuando los miembros de la congregación vieron que se estaba por realizar un casamiento, unos treinta volvieron a entrar al templo, felices de participar en el festejo de estos extraños.

—¿Qué hacen aquí? — preguntó Luisa extrañada.

—Supongo que sencillamente sienten afecto por ustedes— contestó el pastor.

Después de la breve ceremonia, Marta, una hermana de la congregación, se puso de pie y preguntó a los recién casados: —¿A dónde van de luna de miel? —Marta y su esposo habían celebrado sus veinticinco años de casados hacía apenas unos días.

—No sé —contestó Sergio encogiéndose de hombros—.Quizá de “camping” a las montañas.

—Bueno, pero primero necesitan una comida y una torta de boda —anunció con una cálida sonrisa—. Se vienen con nosotros a casa para comer. Es más, están todos invitados a casa para el almuerzo.

Mientras el pastor estaba ocupado con la pareja llenando y firmando el certificado de casamiento, Marta rápidamente organizó una comida pidiendo a cada uno que trajera lo que pudiera. Cuando los recién casados y el pastor al rato llegaron a la casa de Marta, la mesa ya estaba puesta, llena de emparedados y ensaladas. En el centro de la mesa, estaba el último piso de la torta de aniversario de Marta y su esposo. Los festejos duraron seis horas. Tomaron la comida y la torta, y los novios fueron aplaudidos y felicitados. Se retiraron esa noche felices por la hospitalidad cariñosa de la pequeña congregación.

Veinticinco años después, una pareja de mediana edad, llegó en su auto al mismo pequeño templo de la iglesia de campo. Le explicaron al pastor actual que veinticinco años atrás se habían casado allí y que habían sido abrazados por una congregación cariñosa en el día de su boda.

El pastor nunca había oído la historia de ellos, pero una mujer que estaba trabajando en la oficina escuchó la conversación.

—Yo me acuerdo de ustedes —le dijo al matrimonio—. Yo estuve presente aquel día y me quedé para el casamiento. Marta todavía vive aquí. Vengan, vamos a comer y así podemos conversar.

Buscaron a Marta y, sentados con las dos ancianas, Sergio y Luisa les contaron su historia. Los primeros once años de su matrimonio habían sido un desastre. Sergio andaba en drogas y Luisa era alcohólica. Un día, con sus vidas al borde del abismo, Sergio había dicho: “Hemos asistido a una iglesia una vez en nuestra vida: el día que nos casamos. Fue una experiencia hermosa. Quizá debiéramos volver a ir.” Comenzaron a asistir a una iglesia cerca de su casa, entregaron sus vidas a Cristo y fueron transformados.

—Estamos celebrando nuestras Bodas de Plata —dijo Sergio— y quisimos volver a la pequeña iglesia que significó tanto para nosotros.

En la actualidad Sergio y Luisa son consejeros cristianos de drogadictos en la ciudad. Reconocen con claridad que fue el amor y la aceptación de dos sucios “hippies” por parte de aquella congregación campesina lo que a la larga transformó sus vidas y salvó su matrimonio.

Estamos rodeados de gente como Sergio y Luisa que necesitan un amor auténtico, transformador. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de ser todos los días una Marta para alguien a nuestro alrededor.

Fuente: www.integridad.com


1 comentario:

Glen dijo...

Hola! Saludos y Bendiciones, Principe! Me quito el sombrero ante usted diciendole que tiene un excelente blog, y que me han fascinado sus escritos. Creo que me convertire en una fiel seguidora...pero en silencio para no molestar..